TIERRAS RARAS, ¿EXPLOTARLAS O ABANDONARLAS?

Carlos Lázaro Madrid


Miércoles, 18 Diciembre, 2019

Como diría William Arthur Ward,Las oportunidades son como los amaneceres. Si esperas demasiado tiempo, te los pierdes. Con esta frase célebre de este escritor norteamericano, quiero poner en relieve lo que a mi juicio es una oportunidad vital para la economía española, y me refiero a la investigación y posterior explotación de los distintos yacimientos que hay en España de lo que se conoce como “tierras raras”, las cuales pese a abundar en la península, no son aprovechadas por distintos motivos, siendo necesaria su importación desde otros países, contrariedad evidente cuando podríamos ser productores mundiales de tales elementos.

España no es un país que destaque por sus materias primas, por sus recursos materiales, siendo la mayoría de estos importados de otros países. De hecho, según los datos ofrecidos por Panorama Minero del Instituto Geológico y Minero (IGME), solo en el año 2014 (año en el que aún no se habían cerrado la mayoría de las minas de carbón), se importaron en el país 68.440 millones de euros en recursos minerales, de los cuales un 80 por ciento fueron recursos energéticos y un 20 por ciento fueron rocas y minerales industriales y minerales metálicos.

Es verdad que en nuestro país existen yacimientos de petróleo, gas, carbón, hasta de uranio, y otros muchos más ya sean más o menos importantes, pero su producción no es abundante, por lo que unido a la baja calidad de los recursos existentes frente a los que hay en otros países, hacen que nuestros recursos tengan una escasa relevancia en la economía española. Basta decir a modo de ejemplo lo irrisoria que es la producción nacional de petróleo, que apenas llegó en el ejercicio del año pasado al 0,15 por ciento, de los productos derivados del petróleo que España consumió en 2018. Y en el ámbito del carbón el dato no es más esperanzador, con la gran mayoría de las minas de carbón ya cerradas.

Estos datos ponen en relieve la gran dependencia energética que tiene nuestro país, dependiente de los recursos de otros países, y para ponerla en números basta decir que en 2016 el 72,3 por ciento de la energía que consumimos proviene de las importaciones de recursos de otras naciones. Está dependencia energética supone una merma importante para nuestra economía. Con los datos de 2014, estas importaciones generaron al país un déficit de 39.544 millones de euros, y de estos el 40 por ciento correspondió a rocas y minerales industriales y minerales metálicos.

Mi sorpresa fue mayúscula, cuando vi que podemos “dar la vuelta al torno” a esta cuestión, no en el sector energético como tal, pero si situarnos como productores de lo que se conoce como “tierras raras”, y quizás así poder paliar la merma económica que supone esta dependencia económica que padecemos.

Según el Ilustre Colegio de Geólogos de España (ICOG), todo parece aventurar que nuestro país tiene bajo su superficie grandes cantidades de estas “tierras raras”, que pese a llamarse popularmente como tierras, o llevar el apodo de raras, no son ni tierras, ni tampoco son tan “raras”. Estas “tierras raras” son un conjunto de 17 elementos químicos como el escandio, el itrio y otros elementos del grupo de los lantánidos, que son bastante abundantes en la península. Estos químicos se encuentran localizados en sitios determinados, como China, Brasil, Rusia, Australia... y aunque desconocido por muchos España podría ser otro de los países que lideran esa lista mundial de productores de “tierras raras”, quien podría tener las mayores reservas de Europa de estos elementos.

Aunque estas “tierras raras”, no son escasas, el problema que tienen es que se hallan mayoritariamente en China, de hecho el 95% de las exportaciones de estos químicos, según el ICOG, las realiza el gigante asiático. España podría convertirse en un referente internacional en este campo, y más en medio de la guerra económica que se disputa entre China y EEUU, donde nuestro país podría sacar provecho a esto, y que sea como cuando Noruega encontró petróleo. El descubrimiento del oro negro, hizo que el país noruego se deshiciese de toda su deuda pública, y redundara el resto de beneficios en el fondo soberano de Noruega, el que tiene en la actualidad, al año de 2018, cerca de un billón de euros en reservas y activos.

Pero volviendo a las “tierras raras” ¿Para qué sirven esas “tierras raras”? Estos elementos están en la orden del día para la creación y elaboración de distintos elementos tecnológicos, que van desde ordenadores, móviles, componentes de la industria aeroespacial, a ser usados también en las industrias del vidrio y la cerámica, entre otras.

En España se conocen dos principales yacimientos, uno en Castilla la Mancha, que según las estimaciones podría producir 2.100 toneladas al año, y otro en Pontevedra con unas previsiones aún mejores de 2.800 toneladas al año. Para hacernos una idea de lo que supone esta posible producción, en el caso de que se realizara, solo con la explotación del yacimiento de Castilla La Mancha se producirían un 30% más de todas estas sustancias que consume Europa en un año, y que Europa y España importan de otros países.

Pero pese a parecer una oportunidad única para España, estos yacimientos no son explotados en la actualidad, y los motivos por los que está realidad no se ha materializado es por el impacto climático y medioambiental que pudieran tener dicha explotación. El Ilustre Colegio de Geólogos de España cree que las distintas Administraciones Públicas implicadas deberían investigar estos recursos de tierras raras

Manuel Regueiro, presidente del Colegio de Geólogos, asegura que “hay indicios suficientes e incluso algún yacimiento ya evaluado con mucho potencial” y se refiere al de Matamulas en la provincia de Ciudad Real. Según el ICOG España importa unas 550 toneladas al año de estos minerales, cuando en realidad está importación no sería necesaria si se explotasen los recursos existentes en el suelo español. Esto supone una dependencia innecesaria y una oportunidad que no creo que no debemos desaprovechar.

Pero estos yacimientos no son explotados por su posible impacto medioambiental, aunque según Regueiro en la nota de prensa del ICOG asegura que “cualquier proyecto minero produce afecciones al medio”, aunque recuerda que la legislación española es “sumamente restrictiva en relación con el impacto ambiental. Si los proyectos cumplen la legislación vigente, el impacto es limitado y recuperable, alega.

Ya escribí en este blog sobre el cambio climático, y antes de nada me considero un férreo defensor del Medio Ambiente, y una de las personas que se han unido a esta guerra -cómo me referí en mi artículo de octubre- contra el cambio climático. Con motivo de la Cumbre del Clima de Madrid 2019, estuve interesado en cómo científicos, empresarios, políticos, ONGS, de todo el mundo estaban analizando la situación de la crisis climática que afecta a nuestro planeta y las posibles soluciones. Y no niego que estos yacimientos puedan contaminar o alterar el medioambiente, sería necio si lo negase pues hasta el Colegio de Geólogos lo reconoce, pero creo que todos los beneficios económicos que puedan obtenerse por estos yacimientos, pueden suponer una lucha contundente al cambio climático de otras formas, que compensen y superen los daños ambientales de la extracción. Además, está extracción según el ICOG podría dañar de forma mínima el medio y hacer recuperables los eventuales daños causados.

El petróleo noruego como he citado permitió impulsar la economía noruega, la cual acabó con su deuda pública, y supuso grandes beneficios. Puede que sea exagerado decir que estos yacimientos sean lo que fue el petróleo para Noruega, pero lo que está claro es que hay un beneficio económico, que puede redundar en la lucha del cambio climático. Solamente el dinero que nuestro país gasta en importar estas sustancias presentes en nuestro territorio, supone ya una merma económica, y una pérdida de ingresos que podrían mantenerse en el país. Y con los beneficios que pudieran obtener el Estado y demás Administraciones Públicas involucradas, se puede redundar en subvenciones y ayudas que incentiven pasarse a energías alternativas y menos contaminantes, a luchar contra la deforestación, a prevenir los incendios forestales que azotan nuestros bosques en los meses de verano, y un largo etcétera.

Creo que el momento es ahora, y como mínimo debería despertar el interés de nuestros gobernantes de realizar una investigación concienzuda de ello, donde se analicen los posibles riesgos y previsibles ventajas que puede suponer una eventual explotación de estos yacimientos, y con ello ver si realmente puede equilibrarse los riesgos medioambientales con los importantes beneficios económicos que pudieren existir.

Cortes de Aragon

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