TIEMPOS DE CRISPACIÓN

Carlos Lázaro Madrid


Lunes, 1 Marzo, 2021

El asalto al capitolio de los Estados Unidos inauguró un nuevo año de crispación política. Una tendencia que sigue al alza, cuyo final parece difícil de vislumbrar. La sociedad actual tiende ahora más que nunca a la división y al conflicto, situándose cada vez más en un extremo aún más focalizado, donde el diálogo y el consenso se hace una tarea ardua y difícil.

La polarización siempre ha existido, pero el extremo que estamos viviendo en los últimos años poco se parece a los tiempos de antaño, donde imperaba un clima de convivencia.

Vivimos tiempos convulsos, donde el pensamiento ha evolucionado y la forma de transmitirlo ha cambiado. Las opiniones fluyen rápidamente, y aspectos que antes quedaban en pequeños grupos de amigos, se transmiten sin pausa por las redes sociales. Son estas redes la nueva forma de comunicación, una herramienta con una difusión más amplia que los medios tradicionales, donde todos podemos ser un interlocutor válido, con voz para compartir las inquietudes, los pensamientos, y nuestros deseos entre iguales, dando la oportunidad a otros de darle réplica o unirse a su consigna.

Las grandes oportunidades que nos deparan los nuevos tiempos giran por estas redes sociales, su facilidad de uso y el libre acceso a la población, ha creado una relación entre iguales, que ha modificado nuestra manera tradicional de captar la realidad, permitiéndonos nutrir ahora de una información oficial instantánea, que poder debatir y contrastar con las opiniones de otros ciudadanos y personas de a pie.

Pero estos medios son un arma de doble filo, son la herramienta perfecta para inculcar noticias falsas, que, con buena o mala fe, desinforman y distorsionan la realidad, haciendo que los pensamientos y vertientes cambien de un lado a otro, siendo el camino por el cual la polarización se ha intensificado en la sociedad mundial, algo curioso en un momento en el que es más fácil que nunca contrastar la información que uno está recibiendo.

Que todos tengamos voz con un acceso tan sencillo como el que ofrecen plataformas como Twitter o Facebook, es uno de los logros que ha conseguido el siglo XXI. Pero preocupa como las fake news, o los bulos se expanden por la red, contando en ocasiones con la voz de los medios tradicionales y de voces influyentes que caen en el engaño. La fe de errores de poco sirve cuando el bulo se ha extendido y ha conseguido cambiar el pensamiento de unos.

A raíz de ello, es verdad que se han creado diferentes perfiles que contrastan y verifican la información que ronda en internet, pero que estas procedan muchas veces de empresas privadas, no ha sido capaz de acabar con el atisbo de la desinformación.

Pero esta polarización que vivimos no ha aparecido de la noche a la mañana, ni es un fenómeno instantáneo o efervescente que aparece por la inserción de las redes sociales, es un plan orquestado, una estrategia política planificada, cuyo fin es marcar las diferencias políticas de cada partido, y conseguir un electorado afín a las premisas correspondientes.

La nueva política se hace eco de estos instrumentos, apelando a emociones y sentimientos que embaucan a la ciudadanía, haciendo que esta se posicione en un extremo u otro, donde no siempre entra el raciocinio, y en cambio si nace una fidelidad ciega o pura a una tendencia.

No bastan los desmentidos, o el análisis exhaustivo de la información que plasma o gira alrededor del líder o partido político de turno, para que el apoyo a una vertiente decaiga en favor de la otra, pues es entonces cuando se apela a los hechos pasados, y al “tú también hiciste o dijiste lo mismo”, o el ya típico argumentario de que “contigo las cosas eran peor”. Siendo las redes el zoco donde conviven a la vez, los insultos y reproches de unos, y las defensas y descalificativos de los otros.

Mediante emociones y sentimientos, los líderes de los diferentes partidos mantienen fiel a una parte de su electorado. Y que la situación sanitaria y económica no tenga visos de mejora, hace que nazca una respuesta de la ciudadanía de buscar soluciones alternativas, retirando la confianza a los partidos tradicionales, y apostando por medidas generalmente más radicales, bajo argumentarios políticos que hacen proclive esos cambios con el efecto esperado.

Hablar de Twitter como mera red social es estar equivocado, estamos ante un instrumento más de la comunicación y transmisión de la información, uno muy importante para conectar con ciertos sectores que atrás dejaron la prensa escrita, y que cada vez son más díscolos a la televisión lineal, y tampoco saca tiempo para tratar con la información digital.

En nuestro país cada año fallecen unas 400.000 personas, de todas las edades y por diferentes causas, pero no es de extrañar que la gran mayoría sean personas de edad avanzada, cuyos hábitos de comunicarse y obtener la información, poco tienen que ver con los de las nuevas generaciones, que en un futuro no muy largo serán el nuevo electorado al que seducir.

En contraposición, y con datos asombrosamente similares, cada año unas también 400.000 personas cumplen 18 años, accediendo por ello al derecho al voto, y renovando por tanto el electorado. Los líderes políticos no han sido ajenos a este cambio generacional, y han sabido modular la forma de lograr su atención y comunicarse con su nuevo público.

En España los temas candentes de polarización son el terreno ideológico y la política territorial, por encima de otros temas como las políticas públicas. Esta situación ha hecho que nuestro país sea el más polarizado de Europa.

Pero la situación en Europa o en el mundo tampoco difiere mucho de nuestro panorama nacional, la crispación no entiende de fronteras y se expande sin que nadie le ponga freno. Llegan tiempos de extremos, de desacuerdo, y lo más preocupante de división.

Y es tal el extremo de crispación política que, en el caso de los Estados Unidos, en un estudio realizado, se dibujó las líneas que separan a los demócratas y republicanos, habiendo ataques cruzados entre ellos, considerando los votantes de cada tendencia que los otros son unos hipócritas y egoístas, no mostrándose siquiera favorables a interactuar con ellos.

Ante estas negativas de comunicación entre votantes de diferentes sesgos, no es de extrañar que nazcan vetos entre partidos. ¿Y qué es la política sin el diálogo? Decía Willy Brandt en este sentido que “No somos elegidos por Dios, sino por el electorado, por lo tanto, buscamos el diálogo con todos aquellos que ponen esfuerzo en esta democracia.”.

Pero nuestros representantes no son capaces de sentarse y dialogar, los vetos cruzados imperan en la normalidad política española, el donde dije digo, digo Diego es habitual entre los partidos. En la oposición se promulgan unos hechos que cuando se llega al gobierno se desdicen, la maldita hemeroteca señala la actuación circense de nuestra política.

Esta división entre la sociedad es también usada por movimientos populistas que buscan acabar con el modelo de la Unión Europea, como hemos visto en los últimos días, donde Rusia ha jugado con la división candente en Cataluña para debilitar la imagen de España y por tanto la de Europa ante el mundo, asegurando la existencia de presos políticos en nuestro territorio nacional.

Y es ante los retos del siglo XXI, como el terrorismo, la inmigración, el cambio climático o la actual crisis sanitaria y la económica que acompaña a la primera, donde se ve que hay problemas que trascienden fronteras, que debemos dejar atrás el conflicto, siendo más necesario que nunca el consenso para aunar esfuerzos. Solos no hacemos nada contra estos fenómenos, pero juntos podemos ponerles frente.

Y es en este contexto donde algunos proponen una lucha contra este fenómeno de la polarización, como comparte el científico Luis Miller del CSIC, donde señala la necesidad de involucrar a los medios de comunicación, y a los líderes sociales para revertir esta situación, ardua tarea cuando gracias a la misma polarización, los partidos consiguen adeptos.

Cortes de Aragon

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