Mayoría de Gobierno

José Tudela Aranda, Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Zaragoza

Heraldo de Aragón

Domingo, 31 Mayo, 2020

La votación de la quinta prórroga del estado de alarma ha suscitado un debate especial. Ello es normal. No se puede negar la relevancia de lo sucedido. Pero, con todo, creo que se vela la cuestión más transcendental. Me refiero, por supuesto, a la mayoría parlamentaria que soporta la acción de gobierno. O, más bien, a la ausencia de ésta.

La epidemia ha sometido a situaciones de tensión a estructuras de la más diversa índole. Lógicamente, también a la acción de gobierno y al contraste de sus apoyos parlamentarios. En este punto, debe recordarse la fragilidad de la situación de partida. El Gobierno presidido por Pedro Sánchez dispone de un apoyo seguro de tan sólo 155 Diputados. Alianzas coyunturales pueden elevar hasta cerca de 165 el número de apoyos relativamente estables. Aún así, el margen hasta la mayoría absoluta que garantiza la plena efectividad de la acción de gobierno, es amplia. Hasta 176 Diputados, restan once escaños. Como se sabe, para la investidura, esos votos fueron aportados por Esquerra Republicana de Catalunya. Pero con sus votos, los Diputados de Esquerra se limitaron a apoyar la investidura de Pedro Sánchez. En ningún caso se comprometieron a conformar una mayoría estable de gobierno. Por el contrario, declararon abiertamente que la gobernabilidad de España no les importaba en absoluto.

Así, la Legislatura comenzaba  con un Gobierno soportado una mayoría parlamentaria frágil e inestable. Los precedentes, más de cuatro años de inestabilidad política severa, añadían incertidumbre y gravedad a este hecho. Se creía que la primera prueba de fuego a la que se vería sometida esa precaria mayoría sería la aprobación del presupuesto. Sin embargo, el azar, siempre caprichoso, ha dispuesto que su solvencia haya sido sometida a prueba antes de lo previsto. El estado de alarma, con las distintas votaciones necesarias alrededor de sus sucesivas prórrogas, ha generado una ocasión de la máxima importancia para acreditar la solidez del acuerdo político que sostiene al Gobierno. La respuesta ha sido inequívoca. Esquerra ha sido coherente con su declaración de principios y ha antepuesto su interpretación de los intereses territoriales a la necesidad del Gobierno de contar con sus votos para poder prorrogar la alarma y no perder unas votaciones decisivas. Hasta casi el final, el Gobierno se pudo sostener sin demasiados problemas por el sentido del voto de PP y Ciudadanos. Cuando el PP comenzó a cambiar su posición, el Gobierno constató su precaria posición parlamentaria. En este punto, resulta preciso insistir en algo esencial. Al Gobierno no le falla el PP, partido de oposición. Al Gobierno le falla uno de sus socios de investidura.

La debilidad de la posición del Gobierno y los riesgos que conlleva, se pusieron de manifiesto con especial claridad con motivo del debate y votación de la quinta prórroga del estado de alarma, el pasado 20 de mayo. Una sesión que puso de manifiesto no sólo debilidad de apoyos sino evidentes pareceres disímiles sino contradictorios en el Gobierno. Éste supero la votación con un ejercicio de la geometría variable acuñada por José Luis Rodríguez Zapatero. Apoyos diferentes según la votación de la que se trate. Hay quien piensa que ésta puede ser la estrategia a seguir ante la dificultad de lograr apoyos estables. Creo que no es una opción ni realista ni conveniente. No es realista porque 155 escaños es un número demasiado reducido para confiar en la misma. No es conveniente porque el Gobierno no deberá abordar las tareas propias de un tiempo normal. La gestión de la crisis provocada por la pandemia exigirá de una determinación incompatible con la búsqueda aleatoria e imprevisible de múltiples alianzas. Por supuesto, la inestabilidad interna reflejada en relevantes contradicciones públicas, tampoco ayuda.

Llegados a este punto, la conclusión resulta bastante evidente. La forma parlamentaria de gobierno descansa sobre la existencia de mayorías sólidas. España lleva cinco años sin ellas y los daños sobre el conjunto del sistema institucional y las políticas públicas son hace tiempo evidentes. En los próximos meses, años, es un lujo que este País, sencillamente, no se puede permitir. La construcción de una mayoría estable y amplia es la primera de las tareas que deben enfrentarse. Sin ella, todo lo demás se antoja una quimera. Las distintas fuerzas políticas se enfrentan a una responsabilidad histórica y deberán ser juzgadas en función de su capacidad de respuesta ante semejante reto.

 

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