LA BARBARIE DEL SER HUMANO

Carlos Rueda Ortín


Lunes, 14 Marzo, 2022

En el bus, observas a un hombre que habla por el móvil. Intuyes que se siente agobiado por el intenso trabajo que le espera. El estrés empieza a pasarle factura, en su cabeza ya se deja entrever alguna cana. Una estudiante con visibles ojeras revisa unos folios; ensimismada, susurra fórmulas que todavía no ha conseguido memorizar. Sentada a tu derecha, una mujer lee con cierto desprecio una noticia sobre un juicio mediático. Es en ese preciso instante cuando sientes lo tediosa que puede ser la vida, siempre colocándote cruces a la espalda.

Poco antes de llegar al edificio en el que trabajas ocho horas diarias, ves en el kiosco la portada de un periódico. Una gran fotografía la preside; en ella se puede ver el resultado de la barbarie del ser humano. Parece una imagen en blanco y negro de una urbe bombardeada. Es una foto de Járkov, una ciudad ucraniana invadida por el polvo, instantes después de una explosión.

Miras el edificio donde te vas a encerrar durante tu jornada laboral y, de repente, te sientes afortunado por estar ahí, por el trayecto que has vivido desde tu piso hasta la oficina y por tener atesorados algunos momentos como aquel cuando disfrutaste de un atardecer, marinado con vino, en compañía de alguien querido.

Confieso que quería escribir este texto para analizar algún tema de relevancia, como el precio de la electricidad, las macrogranjas o la inflación. No obstante, la subida de la luz ha sido discutida y criticada infinidad de veces; las declaraciones del ministro sobre la carne española fueron tan comentadas que cuando voy al supermercado me leo las etiquetas de todas las hamburguesas antes de decidirme por una; y la inflación parece ser un mal recurrente y cíclico. Así que, después de rememorar aquella puesta de sol y de vivir el trayecto hasta la oficina, he preferido hacer una pequeña reflexión sobre la vida que tenemos, sobre el privilegio de poder disfrutar de una existencia en condiciones de libertad, seguridad y dignidad.

Unamuno dijo: “A un pueblo no se le convence sino de aquello de que quiere convencerse”. ¿Somos una sociedad que quiere convencerse de que hay que ser más feliz y agradecido? 

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