
Una echa la vista atrás y ya no recuerda cuándo comenzó la campaña electoral. En un año en el que se han juntado elecciones generales con autonómicas, locales y europeas uno ya no sabe cuándo pasó un día sin ver un mitin o leer una promesa electoral.
Han pasado ya semanas desde el llamamiento a las urnas, y a día de hoy se han formado todos los Ayuntamientos de España, aunque todavía queda por tener los gobiernos autonómicos y nuestro propio gobierno nacional. A lo largo del proceso de formación los representantes políticos de nuestro país, sean del color que sean, se llenan la boca con la palabra “responsabilidad”. Y yo me pregunto qué tiene de responsable en nuestra situación actual pactar y gobernar con vistas a 4 años, pensando en qué consecuencias electoralistas tendrá cualquier decisión. Se prevé una legislatura a todos los niveles ardua, con poco margen de maniobra, y que tal vez vuelva a acabar antes de tiempo.
Mientras los encargados de construir los puentes pelean por convertirse en los dinamiteros preferidos del show en el que se ha convertido la política, se están dejando de lado todos los problemas estructurales del país. Es paradójico que la palabra que más caracteriza nuestro mundo actual sea “inestabilidad” (económica por las guerras comerciales entre potencias; política por el auge del populismo incapaz de abordar los problemas complejos; social como consecuencia de la polarización y el aumento de la desigualdad1) cuando se apela con tanto ahínco a la “responsabilidad” por aquéllos que no deberían pedir, sino ser.
Con estas condiciones difícilmente se podrán abarcar los grandes problemas que están cada vez más cerca, como por ejemplo la muerte o renovación del Estado de Bienestar que ha caracterizado a Europa desde finales de la segunda guerra mundial.
Es por ello que la “responsabilidad” no puede ser un simple reclamo electoral, debe tener una verdadera intención, y ello implica sacrificios en el poder. Responsabilidad es respetar las decisiones de tu predecesor si fueron adecuadas o han evitado una multa millonaria por parte de los tribunales de la UE. Responsabilidad es dejar que un adversario político gobierne si con ello evitas que la legalidad vigente que nos ampara a todos se corrompa una y otra vez a favor de unos pocos. Responsabilidad es no gritar que vienen los cuatro Jinetes del Apocalipsis cada vez que un partido propone algo con lo que no estás de acuerdo. La creación de un ambiente guerracivilista político que se aviva en cada debate en televisión y se extiende por las redes sociales no beneficiará a nadie, por muchos votos que pueda dar por el momento.
Desde otro punto de vista, la inestabilidad política es un foco de inestabilidad económica que forma un círculo vicioso del que es muy difícil salir. Italia, la 8ª economía del mundo (en perspectiva, España es la 13ª) vive permanentemente en crisis y con la entrada y salida de gobiernos incapaces de virar el rumbo del país. Lo mismo le pasa a Argentina o a Grecia. España no puede cometer sus mismos errores. La incertidumbre política en España podría restar hasta 5.000 millones de euros al Producto Interior Bruto, según las estimaciones del BBVA. Una nueva crisis económica como la que comenzó en 2008 (que disparó la deuda pública de un 30% del PIB a un 100%) dispararía la deuda pública hasta el 170% del PIB, insostenible para cualquier economía moderna.
A finales de octubre se elegirá a un nuevo presidente del Banco Central Europeo, el organismo que dirige nuestra política monetaria Las intenciones de Alemania serán cruciales, proponiendo a Jens Weidmann, un “halcón” que revertiría todas las políticas que han beneficiado a España a salir de la crisis (como la bajada de los tipos de interés al 0% y la compra de deuda pública y privada). Ningún partido habla de ello, ni nos explica que hará si esto llega a ocurrir.
La “responsabilidad” no es más que otro concepto que está siendo pervertido por una política hiperlideralizada, como la separación de poderes, el respeto a la ley, el principio de igualdad y las mismas reglas del juego que construyen la filosofía de la democracia. Escribe mi profesor, el catedrático José María Gimeno Feliu, que en un entorno en el que hay poco espacio para el debate y el análisis de problemas reales hemos olvidado que la democracia exige política de altura, no de gestos.
Recuperemos el espíritu de crear el futuro que nos hará estar preparados para los retos de nuestra generación o será demasiado tarde para adoptar la mejor de las soluciones. Decía Goethe que “un hombre que se precie de no cambiar nunca de opinión es un hombre que se empeña en caminar siempre en línea recta, un necio que cree en la infalibilidad”. No dejemos que la política se convierta en un negocio de necios, porque de ella dependemos todos.
1 Explicada mediante “la curva del elefante”, muestra como las clases medias de Occidente son las que menos han crecido en ingresos reales en lo que va de siglo, siendo las clases bajas de los países en desarrollo (“clase media emergente”) y las clases altas de Occidente las que más crecen.