No hay terrorismo sin una narrativa que lo anime y lo sostenga. Es decir que siempre encontramos tras una acción terrorista una serie de palabras que impulsaron es acción. El acto terrorista exige para su consecución que esté anudado a un sentido. Aunque sea a un poco de sentido para el que lo ejecuta, pero lo necesario para que el terrorista se pueda hacer una representación de su acto. Además precisa que ese sentido sea expuesto en una narrativa que se transmita a los otros.
Catedrático de Historia Contemporánea, Universidad de Deusto.
Miércoles, 14 Noviembre, 2018
Al parecer los primeros actos terroristas conocidos estuvieron inspirados por el fanatismo religioso. Entre los zelotes, un movimiento judío contrario a la dominación romana, surgieron, en el siglo I de nuestra era, la temible secta de los sicarios, cuyo nombre recuerda su habilidad mortal en el manejo de la sica, una daga con la que degollaban a los legionarios romanos. Como complemento a su actividad criminal, los sicarios quemaban tierras o envenenaban pozos que abastecían de agua a Jerusalén.
Es la narrativa algo fundamental en la historia del ser humano. Contar lo que sucede, la interpretación de lo que ha sucedido, es clave para la construcción tanto de la formación de las personas como de las sociedades. Los hechos que constituyen la historia pasada son transmitidos a las nuevas generaciones que los integran en su percepción del mundo que ha sido y explica el que le rodea.
El terrorismo se nos presenta, ante todo, como un género periodístico.
Nos encontramos ante un comportamiento atrabiliario, pero recurrente.
Son “terroristas” los que se organizan para conseguir un propósito político por métodos de violencia extrema, y son percibidos con temor por el grueso de la población.
Lo específico de las bandas terroristas es crear un clima de temor generalizado en la población.
Catedrática de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid
Miércoles, 11 Abril, 2018
La investigación sobre el pasado de las actuales iglesias evangélicas en España no se remonta más allá del siglo XIX. A diferencia de otros países próximos como Italia, Francia y Bélgica, el protestantismo español es un movimiento relativamente joven. Si bien, la historiografía protestante de los años 70 y 80 ha prestado una notable atención a la Reforma luterana en España y a las corrientes de espiritualidad alejadas de la postura religiosa oficial que procuraban vivir y defender un cristianismo diferente.